martes, 21 de febrero de 2012

UN ASPI EN MI AULA

Hace un año tuve el privilegio de tener un alumno aspi y la experiencia, tanto para mí como para todo el grupo fue preciosa. Todos los compañeros aceptaban su forma personal de ver la vida y en general, con sus peculiaridades, estaba integrado en el aula. Cuando pasó a 1º de Primaria la compañera que iba a ser su tutora me preguntó cómo podría hacer la adaptación y yo le expliqué más o menos lo que había hecho: quererlo como era y no pedirle ni más ni menos de lo que podía dar. Realmente para mí fue fácil tratar con él porque en muchos aspectos me recordaba a mi propio hijo e incluso a mí misma; aún ahora nos vemos en los recreos y charlamos un rato sobre sus cosas.
La diversidad es el privilegio del aula (sobre todo en la Escuela Pública) y al mismo tiempo un reto complejo para el que a menudo no contamos con ayuda ni medios:  hacemos lo que podemos con nuestras clases y esperamos que todos y todas vayan desarrollándose según sus propias características y necesidades.
Cuando nos encontramos con un caso que no entendemos necesitamos también una mínima formación para afrontar la tarea educativa, para eso incluyo aquí un enlace que de pistas para trabajar con el Asperger en su aula.
http://autismodiario.org/2011/05/24/la-escolarizacion-correcta-del-nino-con-sindrome-de-asperger/
Además en la sección de publicaciones estoy dejando enlaces a diferentes e-books y materiales que puedan ser de interés para profesionales de la enseñanza, orientadores/as y familiares.
Pero insisto, en mi opinión la base para una intervención es partir de la base de que:

  • El/la pequeño/a aspi es genial tal como es, que nosotros podemos estimular su desarrollo para que aprenda a desenvolverse con autonomía (este es el objetivo básico de la educación) pero para ello tenemos que acercarnos a su manera de entender la realidad ¡Como para cualquier otro niño de la clase! Porque es que cada niño y niña tiene sus peculiaridades y los que nos dedicamos a la enseñanza sabemos es prácticamente imposible encontrarnos una clase homogénea (yo ni siquiera la quiero, me gusta la diferencia aunque sea más trabajosa en la práctica). 
  • Para esto hay que conocer bien cada caso, documentarnos y estar en comunicación estrecha con la familia. A menudo somos los docentes los primeros en detectar los síntomas y en ese caso nos toca comenzar el protocolo de Evaluación Sicopedagógica, que lleva su proceso y que la mayoría de las veces, sobre todo en E. Infantil, puede llevar hasta dos cursos, para desesperación de los tutores. En este proceso la intervención de la familia es imprescindible. No obstante, la intervención no precisa esperar a que llegue el diagnóstico: como individuo con sus peculiares características, el peque tiene que recibir una atención educativa y da igual el apellido de lo que le pase: se trata de saber qué necesidades detectamos en él/ella y atenderlas lo mejor que podamos.
  • Sólo cuando aceptamos a estos niños comos son empiezan ellos también a aceptarse y lo mismo ocurre con los compañeros/as. NOSOTR@S SOMOS LOS MODELOS y (si las neuronas espejo lo permiten) los peques aprenden por imitación y por la asimilación de experiencias. Por tanto no tiene sentido hablarle a la clase de que "tienen que aceptar a Pepito como es" si nosotros lo tratamos como un "bicho raro". En este sentido es necesario cuidar mucho el lenguaje y las actitudes en el aula. Los alumnos no aprenden lo que les decimos: "nos aprenden a nosotros" (A. Zabala).
  • Una vez se ha generado un buen ambiente de aula (no solo con el/la pequeño/a Aspi) sino entre todos, podemos intervenir mejor en una de las áreas en la que podemos beneficiarle más: la social, generando contextos y situaciones de interacción en pequeño grupo que facilite el contacto con sus compañeros y el aprendizaje de normas rudimentarias de convivencia.
  • Las emociones se pueden trabajar en sesiones específicas y por supuesto, favoreciendo un ambiente de escucha, buentrato y tolerancia dentro del aula: PERMITIÉNDOLE SENTIR para, a partir de ahí, andamiar la gestión que hace de esas emociones. No podemos decirle: "No llores, que es una tontería", sino permitirle expresarse y generar espacios cálidos donde pueda encontrar un poco de intimidad si la necesita.
  • Las normas de aula son, sin duda, una de las cuestiones que nos puede costar más que asuman (según el caso) pero ahí se trata de tener paciencia, de adaptar algunas normas que les cuesten mucho pero siendo siempre muy coherentes y perserverantes, porque, como todos los niños, si notamos que nos hacen demasiado la vista gorda probaremos a rebasar los límites una y otra vez a ver hasta donde llegamos. Las normas generan un marco de trabajo y relación que toda la clase necesita y sopesar cuándo, cómo y con quién hay que hacer excepciones depende mucho de cada caso y da muchos quebraderos de cabeza, pero es indispensable. En cualquier caso se trata de crear límites claros pero con una cierta flexibilidad. Cuando se levanta una norma hay que dejar muy claro por qué lo hacemos y hasta cuándo. Personalmente este aspecto es uno de los que me resulta más complejo y duro en mi profesión.
  • Si todo esto marcha bien, con algún apoyo y asesoramiento, la comunicación con al familia (importantísima) y una metodología activa que permita sacar partido a los intereses de estos niños/as, todo lo demás vendrá por añadidura.
Esto, en cualquier caso, es lo que he sacado en conclusión con mi experiencia educativa, y vale para la mayoría de los niños y niñas maravillosamente únicos. Luego entiendo que cada caso precisa de intervenciones concretas.
En cualquier caso... compañer@ maestr@, si entra un aspi en tu aula ¡DISFRUTA DEL DESAFÍO!

No hay comentarios:

Publicar un comentario